“¡Si la economía va bien...,todo va bien!”
La suposición de que a mayor crecimiento económico mayor desarrollo humano está implícita en los discursos de líderes políticos y económicos. La argumentación se extiende para hacernos creer que sólo se puede mantener un sistema de cobertura de necesidades básicas de salud, educación, cultura, movilidad con niveles de renta per cápita muy altos. Por lo tanto, sólo son sostenibles en épocas de crecimiento económico.
El crecimiento económico no conduce necesariamente a un mayor nivel de bienestar por muchas razones. En primer lugar porque la felicidad de los seres humanos no se mide por el PIB del país en el que viven. La disponibilidad de tiempo para estar con los seres queridos o la satisfacción de un paseo por la montaña nada tienen que ver con el PIB del país en el que hemos nacido. Incluso al contrario, el aumento de las horas de la jornada laboral o el deterioro ambiental llevan habitualmente al incremento del PIB. Por otro lado, el nivel de consumo de los países denominados desarrollados es absolutamente insostenible en el tiempo y no puede ser extendido a los países empobrecidos. La capacidad biofísica del planeta ha sido ya sobrepasada, y no sólo no podemos seguir creciendo, sino que es absolutamente necesario disminuir el consumo de recursos naturales, racionalizando su uso y distribución. Tenemos por delante el desafío de mantener los derechos conseguidos hasta ahora y otros nuevos como equidad y democracia con unos recursos limitados.
¿No parece lógico que en esta tesitura lo más coherente sea poner en marcha mecanismos que corrijan la desigualdad y ajustar la producción y consumo de forma solidaria, a las capacidades de la Tierra para obtener sus recursos naturales minimizando los residuos y la contaminación?